Al amanecer canta un grillo.
- Yartha
- 3 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Transcurrían las horas de la mañana cuando abrió los ojos. Aún sentía la fatiga del día anterior que habría resultado de una disolución quejumbrosa. La luz tenue que entraba por la ventana no reflejaba con certeza el brillo del día, ni dejaba ingresar la frescura de los vientos del alba. Todavía adormilado y con los ojos entre-abiertos sale del baño para enrollarse en las cobijas. Casi a medio día despierta otra vez, con mejor ánimo y sin cansancio alguno. Mas bien contraído por las malas posiciones que ejecutó en un reducido espacio; sin percatarse que mientras duerme su canina mascota le ha robado terreno. Pisa descalzo las baldosas para liberarse de las cargas que transmiten los sueños, a veces inexistentes, y, sin pre meditarlo, fue a abrir la ventana para refrescar el interior de la casa. Una luz radiante le dejó encandilado cuando replegó las cortinas. Abrió con una mano a la vez que se refregaba la cara con la otra. Retrocedió con medio giro que le puso de frente a la pared en la que se hallaba colgado un almanaque, en el cual figuraban el mes pasado y el que transcurría. Con detenimiento ubicaba la fecha del día que creía estaba iniciando, para mal fortuna que terminase en un enredo, perdido en los recuerdos y memorias, en el tiempo. Ayer sentía que era el hoy, con anhelo al fin y sumido en las divagaciones que provoca la holgazanería, despreviniendole del presente. Hoy se adelantó al mañana del mañana, resignado, asumiendo el porvenir y lo desconocido, aceptando la sequía de un largo periodo; un otoño desahuciado, sin qué hacer, ni mucha preocupación, tampoco una reflexión de responsabilidades más la alta necesidad de materialismo se aglomeró para provocar le un letargo, que convirtió sus días en inanimados episodios repetidos e intrascendentes. El mañana que fue ayer y del cual no posee recuerdos concretos, se dejó caer sobre la noche como una tempestad que le juntó a una jovencita por el frío, el cual cauterizaba con el calor de las palabras y las desprevenidas mira das que también se iban deslizando por las piernas morenas de la soberana como gotas. Buscaba casi dos semanas por delante la fecha y el día, que se hubieron consumado para tenerle en el presente que ya fué y va ser. Autor:
Santiago Monsalve Rios
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